Calavérica

Calavérica

La noche cae sobre las montañas, deja su peso libre al deseo de la gravedad que empuja la densa capa de oscuridad con bordes de neblina anaranjada. Tu ausencia me abraza y me pregunta cuánto tiempo voy a esperar a su gemela opuesta. Yo converso con ella, porque no hay nadie más. Le confieso que no me pesa la espera por que el amor es divino. Nutre mi fuerza y esperanza. Nutre mi sed.
Pero ella insiste y me dice que no está.

Claro que no está, respondo. Es obvia su ausencia. Es tan evidente como su presencia. Por eso la extraño.

Prefiero que no esté, para escucharme claramente. Siento que las energías de otras personas pueden llegar a gobernarme y como la gravedad arrastra la noche sobre los cerros, los deseos de otros pueden inducirme a olvidar los propios.

Es cuando me llama mi “Ermitaño”. Acuérdate que tienes un jardín que cuidar, una cueva que atender. Una gran sombra que seguirá creciendo si no vienes a ocuparte de ella. Ahí afuera es muy lindo, con el reconocimiento de los demás. Las sonrisas sociales y el juego de la sociedad. Pero aquí dentro, tu espíritu necesita atención para desarrollarse. Sino quedarás nadando en el mismo charco durante todas tus eras. Por más que cambies de lugar, tu eres la única persona que podrá darte todo lo que necesitas. La paz interior, la buena voluntad. El amor incondicional y la sabiduría de la ecuanimidad. Cuando el propósito es claro, los hechos son una sencilla consecuencia. Se honesto contigo y todos podrán estar en paz a tu lado.
Si lo que ves en los otres, lo vas a trabajar en ti. Tomate el tiempo de poder hacerlo. Porque no hace falta que hagas mucho. Sino más importante es hacer bien. En el ejercicio de llegar a hacer bien siempre aparece el error. Que se aprovecha como el empujón a seguir avanzando.
Las raíces deben ser fuertes, para crecer y ofrecer los atributos como las flores desprenden su olor.
Pero ten cuidado con tus deseos ya que te pueden tener preso de la angustia, simplemente acepta lo que sucede y trabaja en consecuencia al beneficio de todes como del propio. Nadie entrega lo que no tiene.


Listo, gracias, chau. Esas conversaciones se ponen densas. 

La espero para la merienda, compré galletas. En el paquete se ven muy tentadoras. Pero solo la comparto con tu ausencia. Me mira compasiva, con sus ojos huecos. No quiere sacar el tema para no perjudicarme. Ella no está. Apuro un poco el asunto de la sobremesa para seguir trabajando. Total, es el mejor distractor.
La espero para la cena, voy a preparar uno de sus platillos favoritos. Ella siempre me decía que le encanta como cocino. Estoy aprendiendo más sobre la sazón, solo porque disfruto el doble ver su gesto de satisfacción, al probar las cosas que preparo para agasajarla. Es como un tributo, ella me premia con su compañía, las historias. Me escucha. Qué otra cosa puedo hacer más que cuidar su salud disimuladamente con alimentos especiales. Recargados de mi energía, de tiempo. Amor.
Pero su gemela calavérica, flaca. Llena de un sabor a no estar. Baila delante mío, eclipsando la certeza de que en algún momento llegaras… 

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