Que todos los seres se liberen de su prisión de odio y deseo.





Que todos los seres sean felices.

Los antiguos maestros de meditación, insisten en liberarse. Dicen una y otra vez, libérate. Libérate. Libérate. Pero ahí radica la pregunta, ¿De qué debemos liberarnos? A consecuencia de continuar con mi práctica de sentarme por lo menos una hora a meditar me siguen cayendo fichas. O sea, no toda la verdad se pronuncia de una sola vez, sino que cuando somos responsables las cosas se pronuncian una a una. Sin mayores explicaciones sino cuando estamos dispuestos a verlas. La pulsión de libertad es algo que siento en mi interior desde chiquito. Siempre buscando ser autónomo, independiente. Sin depender de alguien, o sometido a reglas y leyes. Es más, cuando me han prohibido algo es muy probable que haga lo contrario. Como si fuera un auto reflejo que nació conmigo.
Siempre he querido liberarme. La búsqueda de paz y libertad ha guiado mis pasos a través de la vida, de los años. Alzando la voz y luchando para alcanzar este objetivo que fantasmalmente promete felicidad. Porque (en mi mente) cuando se alcanza la libertad de todo seguramente las ataduras y responsabilidades se desvanezcan y la felicidad llegue a cubrir todo. En este sentido, en una época me liberé del dinero. No necesitaba de él para conseguir comida o pagar cuentas. Pero eso también me condicionó y ató a no poder conseguir las cosas que sí valen dinero, como un pasaje de autobús para visitar a mi familia. Entonces abandoné mi pretensión. Pues ahí no estaba la libertad. Luego viajé y me proclamé trabajador independiente. Soy mi jefe, mi empleado y mi agente de ventas. Se siente bastante libre, en un principio, pero mis sueños me atraparon. Conocer más lugares, o alcanzar determinado beneficio. Solo quería sentirme bien. Eso fue una trampa. Todos sabemos que la vida tiene sus altibajos. Imposibles de evitar, habrá momento de felicidad muy hermosos, pero la angustia también llega. La nostalgia o la escasez, el sufrimiento ajeno, la desigualdad social. Este es el mundo que nos toca y que no podemos evitar. Entonces mi libertad comenzó a condicionarse por la libertad de los otros que no tenían mis privilegios de independencia. Creí que, al compartir mi experiencia de libertad en cuentos, obras de teatro, canciones y mil formatos llegaría a motivar a las personas que no estaban viendo las posibilidades. Pero también mi lógica facilista me engañó. Liberarme de la angustia, o el enojo no fue un gran obstáculo para mí. Ya que puedo simplemente no enojarme, pero estaría reprimiendo un sentimiento. Mi verdadera prisión fue el deseo.
Pues la prisión se construye de deseo por algo que aún no es. O por repulsión, enojo o disgusto frente a un objeto externo, que está siendo. Entonces nos volvemos presos o sujetos a esos estigmas que nos empujan a sentirnos con falta de algo. La ecuanimidad frente al placer o el dolor tiene la vocación de permitirnos observar centímetro a centímetro cada una de las sensaciones de las experiencias, sin juzgar, sin sufrir. Simplemente aceptar y abrazar lo que sucede desenvolverse en armonía para que todes sean felices… para sentirse bien y tener ganas de compartir la sensación de paz.
Conciencia de unidad. Tenemos una sola función en esta vida. En esta encarnación. Estar en paz con uno mismo y con todo para que cada uno de los elementos que componen esta unidad-ser, planeta, galaxia: átomo, pueda entregarse honestamente al máximo en el beneficio común. Sin contaminación de energías contraproducentes como aferrarse a una sensación u odio irrestricto, ira o deseo de placer permanente sin aceptar que existen las angustias.



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