Experiencia Vipassana



Experiencia Vipassana // Vipassana experience. Por EzeQuién


Me encuentro en un momento muy especial de mi vida, no es solamente que voy a cumplir los 33 años de edad, sino que estoy viviendo en un país que jamás pensé que podía llegar a disfrutar tanto. Quien hubiera dicho hace tan solo dos años atrás que viviría algún tiempo en Costa Rica. Por mi profesión y vocación nómada, he estado viajando, conociendo lugares, atardeceres, playas, gente amorosa y talentosa en los rincones de Latinoamérica. Pero gracias a que todo llega en el momento justo. Como dicen, “a cada quien le llega su maestro”. Pude hacer un retiro de meditación (al fin).

Hace unos cuantos años (no podría asegurar la cantidad exacta pero más de 5 y menos de 10) una muy amiga, hermanadelalma, hizo en argentina un Vipassana y cuando me contó lo que era me quedé fascinado. En aquel momento, aunque sabía que uno puede donar lo que quiera, no tuve el dinero ni la disposición para apuntarme. Seguramente fue lo apropiado, porque ahora me siento mucho más preparado para entender el proceso y la disciplina que se comparte. Darle una oportunidad al Dhamma, como dicen los meditadores antiguos.

Alguna vez había meditado, hecho yoga, danzas, teatro, estudiado los chakras y vórtices energéticos del cuerpo. Pero siempre mi mente estuvo mediando toda la información. Los prejuicios o confusiones no me habían permitido llegar a un estado tan simple y concreto. Encontrar paz y armonía conmigo, como con el resto de los habitantes de este planeta (especialmente los bichos que pican).

El curso en sí fue exactamente como lo cuentan otro montón de participantes. Levantarse a las 4 de la mañana para ir a meditar desde las 4.30 a las 6.30. Tomar un desayuno y continuar con la práctica. Hasta el almuerzo, tener un descanso y espacio de consulta con el profesor designado y seguir meditando. Merendar un té con media fruta y darle unas horitas más. En resumidas cuentas 11 horas de meditación diarias durante 10 días. Con algunas normas de convivencia que facilitan el trabajo introspectivo, como es el noble silencio, la firme determinación, la ley de la impermanencia y la observación ecuánime de las reacciones del propio cuerpo.

Vale aclarar, por más que en mi vida normal dormía 9 horas o más. Comía bien y abundante. Y practico actividades físicas. Nada de todo eso me hizo falta. No me sentí cansado ni hambriento. O con la necesidad de correr como un loco sin parar para gastar mi energía interior.

No quiero ser grosero ni desatento con lo riguroso de todo el proceso. Pero para efectos prácticos de escritura, me parece mejor no ahondar en descripciones de la filosofía o de los ejercicios (que para eso está el curso de 10 días donde es la mejor forma de aprender detalladamente todo). Entonces prefiero redactar mi experiencia para motivar a otras personas a que se inscriban, aunque sea una vez y vivan el camino hacia la paz y el amor incondicional.

Por suerte, pude ir hasta el lugar de Vipassana con un chico que puso a disposición su vehículo para los que estábamos lejos y compartimos con otro loco más. Esta vez el retiro iba a ser solo de hombres, lo cual para mí era de gran ayuda. Mientras íbamos en el automóvil con destino a Pérez Zeledón, charlábamos sobre las preguntas frecuentes como el silencio, las cosas que se pueden hacer y las que no, si había que cumplir con determinados objetivos de tiempo, etc… Como tema de conversación estuvo muy bien, entretenido, pero la verdad es que cuanto uno menos quiera anticiparse a lo que va a suceder es mejor.

Dado que, como explican en los audios que escuchamos durante las meditaciones, el verdadero conocimiento es el que uno practica con su propia experiencia. No vale de nada leer infinita información sobre las cosas o escuchar un sinfín de historias, la verdad clara y distinta llega cuando nos atraviesa física y mentalmente. Sino, simplemente estamos viendo la televisión. O sea, todo es ajeno a mí y lo puedo ver, escuchar y entender, pero no estará en mí en forma de sabiduría hasta no poder vivirlo en “carne propia”. Punto número uno por el cual ya salí renovado. A veces, la sed de conocimiento o la vocación de creativo, le brinda mucha importancia a la intelectualidad, pero eso no es más que regocijarse de lo que “otros” han hecho.

Al llegar a Finca Mia, el comité de recepción estaba listo para recibirnos. Nos preguntaron varias veces si habíamos leído el manual de código de disciplina y si estábamos de acuerdo con él. Nos pidieron que completemos unos pequeños formularios con información básica. Todo el tiempo nos observaban con una actitud de “debes estar muy convencido para continuar”. Un momento delicado para mí fue tener que entregar mis valores y el celular. Claramente ni yo era consiente de mi apego y hasta fui tan ridículo de pedirle al gerente que me persuadiera que todo quedaba completamente resguardado. Muy amable y lleno de compasión me respondió que lo pondrían bajo llave, en un tupper plástico, pero si quería lo podía poner en una bolsa de nailon, y así lo hice.

Esa noche luego de la primera meditación, comenzó el silencio y un proceso interno que me cambió la vida como nada nunca antes.

 Aprendí a no enojarme con mi propia mente porque no para de hablarme. O necesitar algún aditivo para sentirme tranquilo. Aprendí a verme sin juzgarme o pretender que sea otra cosa. Aprendí a ser ecuánime y no permitir que impulsos ciegos, nublados por el dolor, la envidia, la avaricia no solamente perjudicaran a otros, sino también a mí en un nivel intracelular. Aprendí a respetar mi posición y la de los demás. Entendí que no vale de nada ocultar o escapar de los eventos dolorosos de la vida o querer vivir permanentemente en el placer y el goce, sino que todo pasa. Antes yo decía, “todo llega” como si tuviera que esperar algo todo el tiempo. Pero ahora siento, “todo pasa” dando el valor que corresponde a cada sensación que me habita. Si es de dicha, la gozo, pero sé que pasará. Si es de angustia, la sufro y observo, pero sé que pasará. Es en realidad tan simple, todo a nuestro alrededor nos muestra que las cosas surgen y desaparecen, una y otra vez. Sin embargo, seguimos queriendo prolongar las cosas que se quieren ir.

Un ejemplo divino (que me pegó de lleno en la frente): Uno puede enojarse con una situación x, como que no te pagan a tiempo lo que debían. Primero te enojas con el administrador, luego con el jefe de finanzas, después con el director de la institución, después con vos mismo por creer que algo hiciste mal. Así uno, día tras día va recordando ese problema y alimentando la desdicha. Pero todas esas conversaciones mentales, con vos o con otros no van a resolver la falta de pago. Si lo que te falta es dinero debes hacer algo para generarlo. Pero volver a buscar el culpable del problema no te sacará de ahí.

Aprendí profundamente a renunciar, compartir, aceptar, callar, escuchar, tener valor y valorar las cosas, no buscar la respuesta a todo y no querer explicar cada situación. Solo debemos tomarnos el tiempo para permitir que las cosas sucedan, luego podremos reaccionar como es debido.

Uno de los hermosos regalos de la técnica (siempre me gusta buscar cuales son los regalos de las diferentes técnicas que estudio), es que realizando el proceso con seriedad y diligencia es muy probable que encuentres en ti mismo la fuente de la paz, armonía y generosidad. Eso te lleva sin más intermediarios a querer compartirlo. Lo que nos pone de frente al amor incondicional, la única medicina que puede curar a nuestra sociedad violenta y pretenciosa.


Si aún querés saber un poco más antes de ir a tomar el Vipassana más cercano a tu ubicación aquí les dejo algo de información complementaria y por último el link que te lleva a todos los centros que hay en Latinoamérica y el mundo.

La palabra Vipassana significa “ver las cosas como son en realidad,” y es la técnica de meditación que utilizó Gautama Buda, el fundador del budismo, para alcanzar la iluminación.

Desde su misma web, ellos dicen, textualmente:

Lo que NO es Vipassana:

No es un rito o un ritual basado en la fe ciega.
No es un entretenimiento intelectual ni filosófico.
No es una cura de descanso, unas vacaciones o un club social.
No es una huída de los problemas y las tribulaciones de la vida diaria.

Lo que SÍ es Vipassana:

Es una técnica para erradicar el sufrimiento.
Es un método de purificación mental que nos capacita para afrontar las tensiones y los problemas de la vida de una forma tranquila y equilibrada.
Es un arte de vivir que se puede utilizar para contribuir positivamente a la sociedad



La práctica de vipassana es Sila, Samadhi y Pañña.

Sila (moralidad) proporciona los cimientos del desarrollo para samadhi (la concentración de la mente). Y la purificación de la mente se consigue con pañña (la sabiduría de la visión cabal).

Cuando entras al retiro, debes seguir estas pautas:

Abstenerse de matar a cualquier criatura (yo no mataba ni arañas ni hormigas).

Abstenerse de robar.

Abstenerse de toda actividad sexual.

Abstenerse de mentir (es fácil mientras el Silencio Noble está activo).

Abstenerse de tomar cualquier tipo de intoxicantes (tabaco, alcohol, drogas…).

Si sigues estas pautas de moralidad, entonces podrás desarrollar el samadhi, el control de la mente. Y sólo desarrollando el correcto tipo de samadhi podrás alcanzar el pañña.



¡Bhavatu sabba mangalam!

(¡QUE TODOS LOS SERES SEAN FELICES!)
http://www.dhamma.org/es/locations/directory#419

Comentarios

  1. Respuestas
    1. ; ) start the game! Una cosa que no puse en la nota, es que con la mezcla de los idiomas, mi mente desesperada por llamarme la atención (como un niño pequeño) comenzó a hablarme en ingles! Jaja.

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